jueves, 23 de julio de 2015

La notoriedad de los colectivos antirrascistas

De sobras es bien sabido que hay un problema que gravita sobre el resto en Estados Unidos y estos días ha saltado a la palestra, ocupando la portada de las noticias del país angloparlante: el racismo. Como siempre, el fascismo intenta apropiarse de un discurso supremacista. La raza aria contra la raza negra. Y ante ellos, armados con la palabra, los bates y la razón están los colectivos antirracistas del país. En buena parte, todas estas asociaciones contra el racismo nacen del mismo germen que intelectuales y luchadores comunistas como Malcolm X o Bobby Seake plantaron en 1966: el Partido Pantera Negra. Tras ellos se alza toda una cultura de la rebelión; creemos que en Estados Unidos (al ser la potencia mundial del capitalismo) no hay un movimiento crítico pero no se puede estar más equivocado. Del país provienen una buena parte de los críticos al sistema imperante. Por dar nombres: Angela Davis, Noam Chomsky, Bob Avakian, Gloria La Riva, etc.

Pisoteados y despreciados, el Partido Pantera Negra surgió en un intento de dar voz a las ideas de Malcolm Little y del filósofo marxista Frantz Fanon (un marxista convencido poco conocido pero que influyó decisivamente en el proceso de desenvoltura del antirrascismo estadounidense). No era fácil hacerse un hueco político en el Chicago de los años 60, pero aún menos fácil fue crear células del partido en el sur del país, donde hoy día sigue habiendo un amplio respaldo al racismo y donde la comunidad negra vive en un entorno hostil que no les deja respirar. Durate finales de los 60 y principios de los 70, el Partido decidió incluir un argumentario no sólo antirrascista sino también antifascista y leninista (desde la creación, ya aceptaron postulados marxistas). Debido al gran apoyo popular que obtuvieron y las simpatías que levantaban en buena parte de la población blanca, el FBI declaró al partido "una amenaza para el bienestar de las clases predominantes y del orden jurídico de la patria". La lucha continuó hasta finales de los 70; el movimiento se apaciguó y surgieron numerosas escisiones, unas más a la izquierda y otras más centralistas. Acabó disolviéndose en 1982, pero en 1989, antiguos dirigentes crearon el Nuevo Partido Pantera Negra que acabó integrándose en la Organización Nación del Islam.

Muchos discuten sobre si la acción del partido fue lo suficientemente contundente a la práctica. A conceptos teóricos, Panteras Negras proponía una ideas de liberación tanto para los blancos como para los negros eliminando el discurso de la diferencia. De hechos, en las diversas manifestaciones que organizaban podían verse una cantidad de gente blanca considerable y, por ello, se deduce que tenía un ideario universal. Hay que analizar también los efectos que todo esto tuvo en otros países del mundo. Por ejemplo, Thomas Sankara (presidente comunista de Burkina Faso desde 1984 hasta su asesinato en 1987) citó en diversos manifiestos la influencia de personas como Martin Luther King en su pensamiento. Recordemos que Sankara hizo cosas loables en el país: lucha contra la homofobia, prohibición de la ablación genital, inclusión de las mujeres en el cuadro político, campañas contra el SIDA, abolición de la poligamia y un montón de logros sociales más. Erich Honecker tomó debida cuenta de las cosas que ocurrían en Estados Unidos e ideó todo un plan de integración de la comunidad negra que se encontraba en la RDA, mejorando su acceso a un puesto y otorgando ayudas sociales a los inmigrantes africanos que lo requisiesen.

La lucha no está olvidada. Hace unos días veía una foto de un antirrascista vociferando contra un miembro del Ku Klux Klan. Este ser del KKK acabó meándose en los pantalones. Pues así, con palabra y actitud se está devolviendo la dignidad a las calles. Es una lástima como la clase política estadounidense rehuye del discurso igualitario y reduce el argumento a la simpleza de "queremos paz en las calles". Quieren sumisión, en detrimento de unos para asegurar el favor de otros. No quieren paz, buscan sumisión de un sector social que ha pasado toda su historia explotado y oprimido y, al despertar, están violando las neuronas de mucho fascista. Es una pena que todas estas asociaciones y organizaciones antirrascistas no decidan lanzarse a crear un nuevo partido que agrupe a los ya creados y a todo aquél (blanco o negro) que esté a favor de un discurso internacionalista y de clase y, por consiguiente, que proponga la erradicación de ideas nocivas y pene con la lectura a todo aquél racista que no esté dispuesto a educarse. Desde luego, tendrían mucho apoyo. Mientras tanto, la lucha sigue.

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